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La historia dice ..…
Hace mucho tiempo, casi 56 años atrás para ser más precisos un fuerte
grupo de montañistas visionarios, pioneros de la escalada artificial en
Chile logran conquistar por primera vez el Cerro Castillo, el grupo
conformado por Ludwig Krahl, Ernesto Hoffmann, Eduardo Meyer y Sergio Kunstmann,
tuvieron grandes complicaciones para cumplir su cometido, de hecho a la
ascensión le presidieron 2 intentos fallidos, en una formación geográfica
que denominaron "la mano que ataja". Justamente por esta razón
los expedicionarios entrenaron por mas de un año las técnicas de escalada
y prepararon minuciosamente el equipamiento, incluso construyendo gran parte
de él (principalmente clavos y estacas de madera).
Nuestra expedición:
Todo comienza el tercer día del presente año, cuando 4 personas
quieren salir de la duda y averiguar por si mismos como se siente embestir a
un castillo. El grupo era compuesto por Darío Arancibia, Ralph Jaiser,
Felipe González (quien escribe) y Viviana Callahan (esta última no llegó
a la cumbre porque tuvó que bajar después del primero intento). La
aventura parte en el Cajón del Maipo, específicamente en los clásicos
Baños Colina, luego prosigue por dos jornadas de acercamiento en dirección
al paso Colina, tramo que exige caballos al menos para cruzar los múltiples
causes de ríos. Un día de descanso y estudio de la ruta en el campamento
alto (4100 m.s.n.m.) y para arriba, la vía de acceso a la montaña parte
por un canalón de unos 300 metros de longitud con algunos pasos de
escalada, al final éste se taponea con una pared vertical con varias
cascadas, las que son fáciles de evitar por una travesía de acarreo bien
empinado y algo expuesto hacia la derecha para enlazar con un nuevo canalón
de escalada fácil con algunas secciones mixtas, luego prosigue un nuevo
acarreo con tramos de barro duro en pendiente fuerte, incluso a ratos dan
ganas de colocarse los crampones. Rápidamente y felices por recibir los
primeros rayos del sol, superamos un tramo de penitentes, pero al final de
estos nos encontramos con la sorpresa de estar en una especie de mini
portezuelo, lleno de torres columnares de barro, una al lado de la otra, una
cosa que ninguno de nosotros habíamos visto antes, un laberinto andino que
nos hace demorar mas de lo necesario. De igual forma proseguimos nuestra
desenfrenada carrera, pero una vez superado el primer largo del
"Espolón Final", entendemos que quizás es algo tarde para
seguir. Algo fatigados y abatidos decidimos bajar, aun no sabíamos que
volveríamos por un segundo intento. Después de darnos cuenta lo difícil
que seria regresar nuevamente desde nuestros hogares a esta esquiva
montaña, casi unánimemente decidimos intentarlo nuevamente, claro después
de dos días de recuperación (menos la "Vivi" decide regresar).
Esta vez salimos 3 horas antes que el primer intento (a las 23 horas),
caminamos de noche todo lo que habíamos escalado antes con luz de día y
claro como no, si además ahorramos cerca de 4 horas de reconocimientos de
terreno buscando la ruta. Llegamos al peculiar portezuelo y lo superamos
dejando una cuerda fija que nos facilitara el regreso, desde aquí es como
subir un cerro por si solo (el "Espolón Final"), donde su arista
de roca descompuesta te hace perder toda proporción, además sumado a que
no teníamos idea por donde era la ruta antecesora optamos por lo mas
lógico, al menos para nosotros, "arista". Así metro a metro
luchamos por no resbalar por ninguna de sus laderas, mayor atención aun con
la precaria calidad de la roca y por consiguiente la mediocridad en lo que a
seguros se refiere. Bastante cansados luego de terminar los 500 metros de
arista conectamos con un interminable acarreo que tras un par de horas de
batalla nos conduce a la última punta de roca irregular blanquecina, la
cumbre del Cerro Castillo. Siendo alrededor de las 16 horas, escalamos 100
metros de la pálida roca, pero el cielo no augura lo mejor, los ánimos
comienzan a flaquear y tanto Darío como Ralph me insinúan el inminente
regreso. Entonces hago reflexión a que la tormenta ya nos agarro, solo hay
que llegar a la cumbre para que valga la pena lo que se nos viene.
Finalmente logro disuadirlos y llegamos a la cima, pero con ellos también
la tormenta eléctrica, con los pelos parados y victimas de pequeños golpes
eléctricos, emprendemos el descenso o mas bien como lo reflejan nuestras
caras "el escape". Hicimos un rapel desde la cumbre, luego a bajar
rápido caminando por la nieve recién caída, hasta a eso de las 20 horas
donde comienza la sesión de rápeles por la arista, una larga noche de
"aquellas" para llegar a las 12 horas del día siguiente a nuestro
campamento.
Agradecimientos
No queda mas que agradecer y rendirle honores a Sergio Kunsmann quien
compartió sus experiencias con nosotros y a todos sus compañeros de
aventuras, quienes no solo derribaron al gigante por primera vez, sino que
también lo hicieron en la "Edad de Piedra de la escalada de nuestro
país". Además al club Alemán (DAV) por atesorar valiosa información
para nosotros (Revista Andina 99) y a la tienda de montaña LA CUMBRE,
quienes siempre me están apoyando en nuevas iniciativas. Texto:
Felipe González Donoso. Fotografías: Darío Arancibia y Felipe González.
06/2009
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